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Debates: una forma de reflexionar en conjunto que cambió de formato y de expectativa

El primer debate sobre la LUC, que enfrentó a los senadores Óscar Andrade y Guido Manini Rios, puede considerarse un éxito; Diario La R hizo un relevamiento de los debates más famosos y su cambio de formato.

El debate televisivo sirve por el presente, pero también como testimonio para el futuro. Si bien en ese momento las personas expresan puntos de vista, defienden temas puntuales también muestran su otro yo, aunque en ese momento no sepamos verlo, porque todo está armado para eso que se nos quiere mostrar, pero si volvemos a verlo a los días, e inclusive a los años, cuando de la pasión por el tema sólo queda el recuerdo, es probable que nos demos cuenta de todo lo que se dijo y no llegamos siquiera a percibir. Por eso, en clave histórica, todo debate es importante, sobre todo, teniendo en cuenta que en este país los políticos “que llegan” suelen tener carreras tan largas como la vida misma, y que, cuanto más longevos son, más influencia tienen. Dentro de esa realidad, cada debate dejará una marca, un indicio, para las generaciones futuras. Está en el electorado, en cada ciudadano, saber leer entre líneas en el momento adecuado, notarlo más tarde, cuando ya no importe o no poder analizarlo nunca. Esa última posibilidad es nuestra catástrofe personal que, cual efecto mariposa, limitará nuestro futuro cuando ya ni siquiera seamos conscientes de eso porque ya no estaremos para decir que hubo una palabra, un gesto, una mirada que alertó que en esa persona no se podía confiar.

Debates históricos

Hubo una época, sobre todo aquella de la salida de la dictadura cívico-militar, en que los ciudadanos estaban ansiosos de debates. Quizá se podría pensar que luego de tanto silencio obligado, o de tanto susurrar, la gente necesitaba gritar sus verdades a los cuatro vientos y escuchar lo que los otros tenían para decir. Nobleza obliga, antes de aquellos días tenían un recuerdo como de antaño: 1980

1980: quitando el óxido a las bisagras

En plena dictadura cívico- militar, el programa ‘En profundidad’, dirigido por Carlos Giacosa y con la participación del periodista Avedis Badanian, emitió un debate entre el coronel Néstor Bolentini, quien fuera ministro del Interior y asesor de Comisión de Asuntos Políticos de las Fuerzas Armadas (Comaspo) y el doctor Enrique Viana Reyes, en aquel entonces, consejero de Estado y miembro informante de la Comisión de Defensa Nacional, defendiendo el Sí. Por el No, el doctor Enrique Tarigo, quien sería electo vicepresidente en las elecciones de 1984, pero que en aquel entonces ejercía como abogado, profesor en la Facultad de Derecho y periodista, siendo director del semanario Opinar, y el doctor Eduardo Pons Echeverry, político que había sido ministro de Instrucción Pública entre los años 1959-1963, durante el primer colegiado blanco. 

Giacosa comienza la presentación diciendo: “Señoras, señores, buenas noches. Muy pocos son los días que restan para el 30 de noviembre, fecha en la que la ciudadanía de nuestro país deberá pronunciarse en las urnas sobre el texto constitucional propuesto. El hecho reviste una importancia muy particular, pues del resultado de este acto habrá de depender, inevitablemente, el futuro de la nación”. A continuación, el periodista presentó un video de apertura, “teniendo en cuenta que muchos ciudadanos, por alcanzar la mayoría de edad emitirán por vez primera su voto y, además, porque siempre es bueno revisar el pasado para tratar de entender mejor el presente, En profundidad quiere realizar, en apretada síntesis, una revisión de nuestros últimos 14 años de vida institucional como prólogo a este debate”, y agregó: “Revisión esta que formara parte del programa que, sobre pautas constitucionales, confeccionáramos al iniciar un nuevo ciclo de ‘En profundidad’”. Y ahí comenzó a rodar la dichosa síntesis que duró 16 minutos, siendo los últimos de alabanza a las políticas llevadas adelante por el gobierno dictatorial. Cuando finaliza y se vuelve a las imágenes del estudio, ver la ‘cara de poker’ de Tarigo y el gesto de Pons Echeverry, que prende un cigarrillo, calando hondo y mirando hacia atrás como quien está acostumbrado a cuidarse la retaguardia, es la viva imagen de esa época.

1984: más que un Pacto, flor de división

El 3 de agosto de 1984, los partidos Colorado (PC), Frente Amplio (FA) y Unión Cívica (UC) firman un acuerdo con los militares que en ese entonces detentaban el poder, en el que el gobierno se comprometía a habilitar elecciones para el último domingo de noviembre de ese año. La condición era que se permitiera tener partidos y candidatos proscriptos. El 6 de junio había desembarcado en el Puerto de Montevideo el político Wilson Ferreira, quien fuera detenido inmediatamente al pisar tierra. Por ese motivo, el Partido Nacional (PN), que había participado en otras negociaciones, como las del Parque Hotel, decide quedar al margen de esta, que, si bien comenzó en la sede del Estado Mayor Conjunto (Esmaco), se trasladó al Club Naval, en Carrasco. Por eso, al acuerdo arribado, del que no existen documentos, se le conoció como ‘Pacto del Club Naval’. 

Obviamente, el hecho de que el PN quedara excluido de las negociaciones y de que algunos sectores del FA estuvieran disconformes con las negociaciones, generó una polémica política y social de relevancia. 

Es en ese marco que, el 9 de agosto, seis días después del acuerdo, el programa ‘En vivo y en directo’ conducido por Néber Araújo emite un debate sobre el asunto. En él participan Julio María Sanguinetti y Enrique Tarigo (ambos del PC, y serían la futura fórmula de cara a las elecciones nacionales, dupla que a la postre resultaría triunfante) y por el PN estaban en el estudio televisivo de canal 12, los políticos Gonzalo Aguirre, Guillermo García Costa y Alembert Vaz. Este último leyó una carta que escribiera Wilson Ferreira Aldunate desde su prisión en el cuartel de Trinidad. 

Ahí se da un hecho llamativo, que ilustra cómo se vivía la política en esa época en la que la dictadura comenzaba a mostrarse moribunda: un pasaje de la misiva de marras hablaba del “pacto Medina- Sanguinetti”, cuando Vaz termina de leerla, Araújo le da la palabra a Julio María Sanguinetti, quien, entre otras cosas, dice “el señor Ferreira, que no razona con serenidad, con tranquilidad, que usa adjetivos impropios, ‘barbaridad’, ‘engendros’, cosas que no son propias, que no le van a dar ninguna solución al país, desgraciadamente, desliza cosas, a veces con ironía y con una profunda injusticia. Habla del pacto Medina- Sanguinetti… ¿Qué tendría que decir yo, entonces, del pacto Álvarez- Ferreira que él intentó y que fue el profesor Pivel Devoto, infortunadamente, enviado a proponerlo a los comandantes en jefe como lo hizo”. Y desde los contendientes, pero también de los que estaban en la tribuna, donde había políticos que acompañaban a los debatientes, se escuchan voces disonantes: “¡Falso!, ¡falso!”. A lo que Sanguinetti responde que eso él lo discutirá con Ferreira porque “con sus personeros no voy a discutir eso”. Y continuó diciendo: “Él [Wilson Ferreira] dice ‘¿por qué se pacta? ¿por qué hay que pactar?’. Sí, [Ricardo] Alfonsín no pactó y los peronistas no pactaron. No pactaron porque hubo primero las Malvinas, y hubo primero una guerra civil y hubo 30.000 desaparecidos. Sí, sobre un ejército destruido por la guerra no se pactó. Acá, desgraciadamente, no estamos en esa realidad y entonces tenemos que buscar una solución para encontrar una salida en paz”, dijo Sanguinetti y, frente a ese “desgraciadamente”, que hoy sería inconcebible, ninguno de los presentes se inmutó. 

1986: Wilson Ferreira Aldunate y Líber Seregni: la división entre un pacto y una ley

En 1986, ya en democracia, el Pacto del Club Naval estaba más vigente que nunca en la agenda política nacional. Aquel acuerdo, que para unos había sido una salida victoriosa de la dictadura y, para otros, una vergüenza, estaría vigente en los años posteriores. Lo que pasaba era que el Parlamento había votado la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado que, dicho en pocas palabras, era un salvoconducto para los militares que habían cometido crímenes de lesa humanidad. Para el pueblo, que en las duras suele tener capacidad de síntesis, era llana y lisamente, ‘la ley de impunidad’. 

Si el Pacto del Club Naval había dividido al FA y fortalecido al PN, la ley de impunidad hizo exactamente lo contrario, ya que, para asombro de todos, fue apoyada por Wilson Ferreira Aldunate. 

En ese marco, el programa ‘Prioridad’, que se emitía en canal 10 y era conducido por Ángel María Luna y, en este caso, también Omar de Feo, presenta un debate entre Líber Seregni, líder único del FA, y Wilson Ferreira Aldunate, quien era reconocido como el máximo exponente del PN. También estaba presente el colorado Antonio Marchesano, por entonces ministro del Interior, el que quedó opacado ante la contundencia de los otros dos debatientes de la contienda. Lo que sucedió con Marchesano es que, inevitablemente, no podía tener una postura clara. De los tres sentados a la mesa, era el colorado el único que estaba en ambos bandos: por un lado, se acercaba a Seregni en la defensa del Pacto del Club Naval y, por otro, se reconocía en Ferreira su apuesta a la ley de caducidad. Algo sugestivo que dejó aquel debate es que, aún en el S. XXI, es subido a las redes y ampliamente compartido por militantes nacionalistas. El problema es que, a pesar de ser un tema por el que a la izquierda se le iba -y se le va- la vida -la ley de impunidad-, se terminó hablando de un Pacto que, en definitiva, hace opacar su historia y la postura que frente a él tuvo su propio líder.

Eleuterio Fernández Huidobro vs Pablo Millor

Ese año también tuvo otro debate histórico, protagonizado por el dirigente tupamaro Eleuterio Fernández y el entonces diputado pachequista Pablo Millor. 

Sin dudas que Fernández era un polemista temible, característica que iba acompañada de un histrionismo por demás exacerbado. No fue posible encontrar ese debate en youtube, pero no es necesario, para quienes peinan canas, ninguna red que lo retrotraiga, nadie que lo haya visto olvidará jamás cuando Fernández Huidobro pone sobre la mesa una granada y comenta “es una granada pachequista”. La finalidad era primeriar en la argumentación del terrorismo, sabiendo que esa retórica sería fuerte de su contrincante. 

Debates presidenciales

Sobre debates presidenciales, hay mucho material, pero esos ya se ajustan a un esquema un tanto más rígido y menos atractivo. 

Sólo a modo de recuerdo, diremos que, antes que se reactivara ese mecanismo en la última campaña por elecciones nacionales (2019) entre los candidatos Luis Lacalle Pou y Daniel Martínez, el último había sido en 1994 entre Julio María Sanguinetti, hombre implacable en ese tipo de contiendas, y Tabaré Vázquez. 

Años más tarde, en las elecciones de 1999, Vázquez le propone a Jorge Batlle polemizar frente a cámaras. El colorado se niega, en el entendido de que corría con las de ganar. Y así fue. Esa misma estrategia, la correrían los presidenciables frenteamplistas en cada una de las tres elecciones en las que resultaron victoriosos. 

El formato de los debates de antaño quedó finiquitado y se impuso este que vemos ahora: un contendiente a cada lado, por lo general frente a un atril y los minutos para cada uno de ellos. La falta de discusión, de interrupciones que tanto molestan al auditorio pero que, a la vez, más apasionante lo hace, implica que la audiencia, entre un ambiente tan ‘esterilizado’ se sienta ajena. 

Igual vale decir que, el debate por la LUC, protagonizado por Óscar Andrade y Guido Manini Ríos trajo un nuevo aire: por primera vez en la historia, Montevideo debió mirar fuera de sus límites para un evento con trascendencia nacional. Y esa descentralización ha superado cualquier otra consideración, incluido el rating, que a los ciudadanos esas paqueterías empresariales no nos interesan.